miércoles, 20 de febrero de 2013

Fui y Volví


Tienes lo que quieres
(05-12-2010)

"Fui a los bosques porque quería vivir a conciencia"... y me perdí. Sin brújula y sin comida, siguiendo inconscientemente el legado de Alexander Supertramp.

Consecuente con el futuro que me espera, segura de que lo que tengo es tan pequeño, como el poco tiempo que me queda.

Sí, la soledad es un castigo autoimpuesto, y nadie es inmune; cuando te agarra del brazo, te duele y te aplasta contra el suelo y te aferras a tus intangibles pensamientos.

Ya no quería compartir mi camino con nadie, ni quería huellas siguiéndome, ni fantasmas cantándome canciones de cuna, ya sólo quería encontrarme perdida.

Supongo que lo he conseguido

(Desconozco el autor de la fotografía, si lo sabéis contactar conmigo para dar crédito o borrar)


Aquí estoy de nuevo
(08-12-2010)


Volví a los bosques, pero ya no lo hacía para vivir a conciencia, sino para descansar de los ruidos y las amenazas de aquella ciudad.

Cargué mis ilusiones perdidas y los corazones rotos en mi mochila, y corrí a los brazos de mis árboles buscando consuelo. Sus ramas ásperas ya no hacían daño en mi corteza, en mi falta de emociones.

Las piedras me observaban con tanta calma, que me asustaron, tan quietas e inertes que me sentí reflejada en ellas. Contaban mi historia al pie de la letra. Justo debajo de aquella que se reía de mi torpeza, sepulté mi pasado.

Imagen de Charlie Engman

Ester Sinatxe


martes, 19 de febrero de 2013

Cuadernos


Se agotan las hojas y son infinitas las horas sin escribir.

Todos los cuadernos desgastados de esperar en la estantería, se abren al paso de las musas y las miran contonearse; clavan sus ojos de espiral en sus escotes y desean, en silencio, que sean esos dedos los que pasen sus hojas.

Envenenan sus esquinas con las espinas de las rosas y se callan el nombre de los protagonistas que salieron a tomar café.

Se quedan en blanco cuando los miro de reojo y, desafiantes, me obligan a empuñar un bolígrafo que se secó el pasado otoño.

Ester Sinatxe.



jueves, 14 de febrero de 2013

Limpieza general




Empiezo a recoger mi habitación y subo la música;  en el momento en el que tiro las sábanas sucias al suelo, el modo aleatorio acierta a dedicarme nuestra canción.

La almohada desnuda y esquelética, tiembla entre mis brazos…

La escoba me pide el último baile pero mis torpes pasos solo saben dibujar el camino a tu portal.

Y enarbolando un viejo trapo, limpio todos los polvos que nos quedaron por echar.

Ester Sinatxe.


martes, 12 de febrero de 2013

Don't look back in anger


El día que Ernesto se paró a hablar conmigo le reconocí enseguida, era un tipo que solía quedarse escuchando siempre que tocaba en aquella boca de metro, muy generoso con la calderilla que me dejaba en la funda de la guitarra.

- Me llamo Roberto, dije mientras me estrechaba fuerte la mano – ¿sabes que eres mi mejor espectador?

Me invitó a tomar un café en el bar de enfrente, según él tenía que proponerme algo que no podría rechazar. Al parecer mi nuevo amigo tenía un pub de estilo inglés en la zona sur de la ciudad y le gustaba tener música en directo para ambientar las cenas; la chica que solía tocar martes y jueves le había dejado tirado una semana antes y automáticamente pensó en mí, el músico callejero del metro. Me apuntó en una servilleta la dirección y me pidió que me presentara al día siguiente, sobre las seis de la tarde para hacer una prueba y conocer el pub. No, no podía rechazar la oferta; era una oportunidad única para darme a conocer y tener algo parecido a un sueldo.

Foto de Luis Ramiro (Desconozco el fotógrafo.)
Llegué antes de la hora, el pub todavía no estaba abierto al público, pero me colé por debajo del cierre. En mitad de la sala había una camarera barriendo al son de “Don’t look back in anger” sumamente ensimismada en su tarea, tanto, que no se percató de mi presencia. No quise interrumpir su actuación pues era una auténtica delicia observarla; todos hemos utilizado escobas y fregonas como micrófono alguna vez, pero estoy seguro de que jamás nadie lo ha hecho con tal maestría. Antes de que se acabara el tema, Ernesto irrumpió en la escena y me presentó a su novia, Marta.

- Me llamo Roberto, dije mientras besaba sus mejillas. – ¿Sabes que eres toda una artista?

Marta, visiblemente sonrojada, siguió con sus quehaceres y yo no pude evitar sentirme decepcionado al saber que no estaba disponible.

Tras la prueba, Ernesto, Marta y el resto del personal, quedaron encantados y me contrataron para empezar a trabajar el martes siguiente. En un par de semanas Marta desbancó a Ernesto, convirtiéndose en mi mejor espectadora. He de confesar que me ponía tremendamente nervioso cuando me observaba detenidamente desde la barra; no estaba seguro si sólo veía lo que yo quería ver o si realmente tonteaba conmigo. Tenía que reprimirme las ganas de tirarle los trastos abiertamente, utilizaba mi respeto por Ernesto como barrera de contención.

Cuando terminábamos de trabajar y recoger, íbamos todos juntos a los after-hours más decrépitos de la ciudad y entre copas y descuidos de Ernesto, Marta se volcaba en atenciones conmigo; con los días se fue haciendo obvio que no era sólo mi imaginación y que aquella mujer me buscaba con el mismo ímpetu con el que yo intentaba evitarla. Su encantadora personalidad, sus ojos negros capaces de dejarme sin respiración, se convirtieron en la musa de todas mis composiciones.

El bueno de Ernesto, totalmente ajeno al vínculo que se formaba entre su compañera y un servidor, me propuso que la invitara a compartir algún tema conmigo en el escenario; creía que la voz de Marta sería el mejor acompañamiento para mi guitarra, que mis letras parecían encajar perfectamente con su genio y estilo.

La noche en la que cantamos juntos, fue, sin duda, la vez que más he disfrutado tocando. Por muy cursi que pueda sonar, sentí que el suelo se volvía pentagrama y que las notas cobraban vida en su voz. Supe que si la besaba me enamoraría de ella. Tras las felicitaciones y las miles de copas de más que nos bebimos aquella noche, Marta y yo amanecimos paseando los dos solos por la ciudad; Ernesto se había retirado muy cansado, un par de horas antes dejándola en mis buenas manos, para que cuidara de que ningún buitre se acercara a su preciosa novia.

Mis sentimientos traicionaban toda la confianza que mi “manager” tenía depositada en mí. La culpabilidad no me dejaba dar el paso que me separaba de mis deseos, me sentía tan a gusto en su compañía que olvidaba quien era su pareja, pero en cuanto lo recordaba, su presencia me incomodaba; realmente nos llevábamos muy bien, nunca nos faltaba la conversación y parecíamos conectar y encajar. Sentados en un banco, viendo a la gente pasar, Marta se dejó llevar y me besó.

Terminamos la mañana en mi hostal, desnudos, preguntándonos que hacer a partir de ese momento, como comunicarle a Ernesto lo que había pasado. Marta recogió sus cosas y decidió ir a hablar con él, dejar pasar un solo minuto más no era justo para ninguno de los tres; yo me quedé encerrado en mi habitación componiendo otra canción más en su honor.

Unas horas después sonó el teléfono, era Ernesto preguntando por ella, preocupado porque su chica todavía no había regresado y su móvil no daba señal. Me asusté tanto como lo estaba él, pues vivíamos sólo a un par de manzanas, y Marta tenía que haber llegado hacía largo rato. Fui corriendo a acompañarlo mientras llamaba a todos los hospitales.

Mi versión de la mañana fue un largo y tardío desayuno, tras el cual nos habíamos despedido para dormir cada uno en su propia cama. Cuando llegué al apartamento lo encontré sollozando y temblando, era un poco tremendista, pero no era propio de Marta desaparecer así; realmente yo sabía que tenía razones de sobra para estar perdida por la ciudad y me tranquilizaba la idea de que, asustada por tener que enfrentarse a su ruptura, se habría quedado en un parque o en un bar intentando poner sus ideas en orden. Supongo que eso era lo que realmente me apetecía hacer a mí.

Pocos minutos después de mi llegada, una pareja de la policía llamó al timbre. Ernesto se derrumbó y yo me quedé petrificado ante lo que era la confirmación de todos sus temores, Marta había sido atropellada por un conductor que se había dado a la fuga, muriendo en la ambulancia de camino al hospital.

Han pasado dos años desde el accidente. Ernesto consiguió reponerse con muchos esfuerzos; para mí, pasar el duelo a su lado, fue el mejor apoyo que pude tener. Por fin estoy grabando mi primer disco, y él es mi manager oficial, por supuesto que sigo tocando cada martes y jueves en el pub. Me he planteado cientos de veces contarle lo que pasó aquella noche, pero no me atrevo; me justifico convenciéndome que sería ocasionarle daño gratuito. En un principio me guardó rencor por no haber acompañado a su niña hasta el portal, pero tal y como él me dijo en una ocasión: “son cosas que pasan, no podemos mirar hacia atrás con ira, sólo hacia delante con esperanza”.

Hace unas semanas empezó a trabajar con nosotros Carolina, la mujer con la que Ernesto ha rehecho su vida; Carolina, mi nueva mejor espectadora. La conocí en una comida que organizó mi amigo en su apartamento, cuando llegué estaba en la cocina; en la radio sonaba “Don’t look back in anger” mientras ella la tarareaba con dulzura.

- Me llamo Roberto, dije mientras me acercaba a saludarla. – ¿Sabes que acabo de tener un déjà-vu?

Ester Sinatxe.
(12-01-2011)


Este relato surge hace un par de años de un proyecto junto a Julio Muñoz, llamado "Mundos paralelos" en el que cada cual escribía un relato partiendo de las mismas pautas. Las que usé para este relato fueron:
1. Roberto, toca la guitarra en calles, metros, donde puede.
2. Conoce a un tipo, Ernesto, que se ofrece a ayudarle haciéndole un hueco en su garito.
3. Marta, camarera y novia de Ernesto se fija en él.



viernes, 8 de febrero de 2013

Poesía urbana


¿Comparas mis ojos con estrellas?
Mejor invítame a vaciar una botella.

Que de la poesía urbana 
aprendí a no tomar por bueno
a quien te cuenta cuentos
para llevarte a la cama.

Que no soy menos poeta,
por llamar a las cosas por su nombre
(o saber escupir como un hombre)
que las pollas son pollas, y las tetas...
TETAS.



martes, 5 de febrero de 2013

Confesiones a una puerta

Supongo que no debería dejar pasar los días sobre el suelo de esta habitación. Supongo demasiado, sin llegar a conclusiones certeras, apática. Mi amiga, la desidia, transformada en compañera y motor de mi indolencia.

Sin control sobre el orden, sin independencia o autonomía; sumida en una rutina sin oficio ni beneficio. Parada en el INEM y en la cola del pan.

Las calles, el aire y los cafés se antojan lejanos y déspotas, desafiantes. Me intimidan las charlas, los coloquios; busco respuestas en las paredes, al tiempo que me olvido de cada pregunta, dejándolas caer en el fondo de otra solitaria madrugada. Desvelada.

Sin prisa, con pausas marcadas por la cadencia del segundero. Perfectamente acostumbrada a una situación despojada de coherencia, tan amarga para el resto como acoplada a mis espaldas.

Dueles mundo real, dueles.

Ester Sinatxe
(14 - Dic - 2010)

lunes, 4 de febrero de 2013

Un blog y otro más

 (Ego-ísta.latra.céntrica)

Hubo un día que abrí un blog, luego lo cerré y lo volví a abrir, y recuperé letras, versos y alguna que otra manía. Le eché puntos suspensivos sin mirar dónde y no caí en la cuenta de muchas faltas de ortografía. Me corrigieron y me escribieron en otros blogs. Y lo volví a cerrar otra vez.

Seguí escribiendo porque todavía me quedaban recuerdos de los días en la calle;
y unía las piezas el puzzle de la inspiración con cada mensaje que me mandabas
y con cada dedo con el que soñaba que me tocabas.

Otro blog cayó en mis manos y derramé café sobre cada estrofa y me emocioné con cada visita y con cada comentario, sobre todo con tus comentarios. Tus ojos clavados en la distancia en lo único que tenía para compartir... porque a esto nadie le llama vida, la vida entre cuatro paredes solo da para soñar con ventanas.
¿Agorafobia? No, no es eso. Miedo a que te toquen puede que sea más correcto, sé que tiene un nombre pero ahora no quiero acordarme.
(Por lo menos me quedará un viaje a París y saber que leíste mi blog)

Han pasado ya dos años y cada paso que doy fuera, hace que corra kilómetros en mi habitación; y me encierro y bailo sin salir de casa, como quien abre y cierra comillas.
Y siempre me digo que esta vez será el blog definitivo, que ya no juego a desandar. Y apuesto todo por el mañana y una vida que dirigir y controlar sin fobias, una vida llena de páginas que esperan ver la tinta correrse.